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¿Somos monógamos porque somos pobres?

By febrero 4, 2021marzo 16th, 2021No Comments

Para el profesor español Manuel Matheu la respuesta es simple: sí, somos monógamos porque somos pobres. En su opinión, el sexo y el placer sexual tienen un vínculo directo con los sistemas económicos en que se desarrolla la sociedad, de modo que se han enfocado en los genitales los principales valores de la sexualidad para que el “resto del cuerpo” pueda concentrarse en producir para el sistema.

En una entrevista ofrecida a BBC News, Matheu afirma que la monogamia no está en la naturaleza del ser humano. Las especies monógamas, dice, son aquellas que no tienen tiempo ni recursos ecológicos suficientes para poder dedicarse a hacer un cortejo cada año.

“Somos monógamos porque somos pobres —asevera—. Solo hay que observar nuestra sociedad para entenderlo: los ricos no son monógamos, como mucho son monógamos secuenciales (es decir, a lo largo de su vida tienen consecutivamente varias parejas, una detrás de otra).

“Los que no somos ricos no podemos ser monógamos secuenciales porque separarse y divorciarse conlleva un enorme daño económico. Y la poligamia (tener varios compañeros sexuales a la vez) también es muy cara, ni usted ni yo nos la podemos permitir”.

Monogamia: qué dicen los estudios

De acuerdo con el académico —que se basa en sus estudios a 66 culturas diferentes—, a mayor libertad sexual corresponden mayores niveles de bienestar social; así como a personas agresivas corresponden mayores probabilidades de tener problemas sexuales: “Creo que las personas que se dedican a acumular riqueza o poder de manera compulsiva sufren lo que yo llamo ‘erótica del poder’, compensan su falta de satisfacción sexual con eso”.

Sobre el orgasmo, Matheu precisa que está sobrevalorado; y que la concentración del placer sexual en los genitales provoca el olvido de otros órganos importantes para alcanzar la satisfacción sexual, como la piel por ejemplo.

“La piel es el verdadero punto G, el gran punto sexual del ser humano. Cuando alguien nos abraza de verdad se segrega una enorme cantidad de endorfinas. Eso es lo que conforma el grueso de nuestra sexualidad.

“El problema es que nos hemos olvidado de ello y hemos convertido la sexualidad en una actividad gimnástica en la que el hombre tiene primero que tener una erección, después tiene que mantenerla a toda costa para no eyacular antes de tiempo —porque se considera que el hombre con su falo es un mago con una varita mágica que consigue dar placer a la mujer— y, por último, la mujer tiene que tener un orgasmo.

“Sin embargo, el 60% de las mujeres en nuestra cultura simulan alguna vez en su vida el orgasmo. Y cuando se les pregunta por qué lo hacen, la respuesta suele ser ‘porque así el otro se queda contento’ o ‘porque así el otro me deja tranquila’”.

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