
Hacer las cosas a lo Pepe es uno de los dichos cubanos que con más facilidad podría ubicarse en la historia. Su origen está relacionado con la toma de la Habana por los ingleses, en 1762.
Por 11 meses, Inglaterra le arrebató a España la capital de Cuba. Pero antes de que La Habana cayera, un grupo locales embistió a la armada británica a puro planazo de machete. Estaban liderados por el negro liberto Pepe Antonio, quien era regidor de la Villa de Guanabacoa.
Aunque no pudieron contener la invasión, dejaron para la historia un relato de su valentía y dos dichos cubanos que hasta hoy continúan en uso: “Hacer las cosas a lo Pepe”, para denominar cualquier acción que se impone de forma indeseada; y “A la hora de los mameyes”, derivado de las casacas rojas de los militares ingleses y de la hora que patrullaban la muralla de La Habana, justo después del cañonazo de las nueve.
Actualmente, existen otras expresiones cubanas que se utilizan con significado similares, como: “A Pepe timbales”, “de a Pepe” (de hombre a hombre), “a la hora de la verdad” y “en casa de los mameyes” (derivado de la lejanía).
“Eso no lo cura ni el médico chino”
Pues sí, el médico chino existió. Su nombre fue Chang Pon Piang y se estima que estableció su consulta en La Habana en 1858. El “médico chino” fue de los primeros (o al menos el más conocido) en introducir la medicina botánica oriental en Cuba.
Al parecer, no poseía título académico que acreditara su profesión. Por eso fue acusado de ejercer ilegalmente en La Habana y debió establecerse en Cárdenas, Matanzas. Algunos historiadores como Emilio Roig afirman que se asentó en la Ciudad de los Puentes hacia 1871, época donde ganó la fama que llega hasta nuestros días.
Allí realizó curas prácticamente milagrosas. A muchos de sus pacientes les devolvió la vista y el uso de sus miembros; curó casos de disentería, asma, agotamiento y fiebres; y se dice que muchas veces no cobraba por sus servicios. De ahí la frase: “Eso no lo cura ni el médico chino”.
Su muerte permanece como un misterio. Se le halló sin vida en su casa y, con la desaparición del cementerio chino de Cárdenas, se perdió cualquier documento que pudiera establecer una conexión con su fecha de muerte, causa o sitio donde estuvo enterrado.
“Búscate un chino que te ponga un cuarto”
Tal cual. Este dicho también se popularizó en Cuba durante el siglo XIX. Hacia 1853 habían entrado en la Isla más de 5000 chinos en busca de fortuna; y 20 años después, la cifra sobrepasaba los 132 mil. La cuestión es que, según el censo de 1861, por cada 681 hombres ¡había una sola mujer!
Los números hacían fácil que cualquier mujer encontrara el amor y el sustento de un hombre. De ahí que la expresión “Búscate un chino que te ponga un cuarto” se hiciera tan frecuente en la época.
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